No se ni por donde empezar aunque todo cronológicamente empieza en enero y quizás empezara en un lunes. Paso a paso, día a día. Hay capítulos que debería olvidarme de ellos aunque, cierto, es que cuando leo un libro nunca me salto uno por mucho que me aburra o me invada el tedio o la falta de interés. Por no hablar de cuando me genera negatividad. Así que si de un libro no arranco las páginas no me queda más remedio que permanezcan registrados los desastres continuados del puto año viejo.
Qué bueno, es en teoría, cuando hablan del aprendizaje continuado en la vida. Oye pues fenomenal, pero que quieres que te diga, yo por un tiempo no quiero aprender más. No señor. No me apetece. Seguro que es lo que toca pero por un tiempo, no me apetece.
Muchas veces repetimos por inercia la creencia en la bonhomía natural del ser humano. Este puto año viejo me ha demostrado que su antónimo es mucho más habitual del que creemos, al menos el arriba firmante. Hay personas felices imponiendo su maldad con afán de reafirmar su verdad. La creencia de la soberbia infinita. Estoy convencido que es gente que no sabe relativizar y como respuesta a su cabezonería estalla contra el ser que tiene enfrente. Pues nada. Una mala persona me llevó por delante después de diecisiete años. Nunca le voy a perdonar. Ahora el malo seré yo. Y no estoy ni estaré a punto de reventar pero se que nunca le voy a perdonar.
El mal conlleva dolor y sufrimiento. Aprendizaje aunque uno no quiera. Con esta dosis ya tengo para un tiempo largo.
Luego buscar un sitio en la vida no resulta tan difícil. Esto que te hablan del crecimiento personal, la madurez y no se qué tipo de diálogo introspectivo. Si correcto, pero dejarse llevar suena demasiado bien. A veces instinto, a veces silencio, a veces no pensar, a veces … no saber encontrar la palabra adecuado que ahora no me deja definir el momento en que uno no siente ni padece sino que con el optimismo y buena voluntad tira para adelante. A ver si de aquí al final me sale la palabra en cuestión. Tú ya me has entendido. Alejarse del miedo. Eso es fundamental.
Y como último pico del triangulo se nos va Marta. Físicamente arrebatada. Siempre estarás en mi corazón y sobre todo en mi cabeza. La felicidad que yo sentía cuando volvía de Las Merindades es difícilmente repetible. Y allí yo era feliz porque tú lo hacías feliz. Bonito hacías todo. La vitalidad desprendida solo es vitamina para el resto de mi vida. Todo es muy injusto. Que unos vivan y tú no. Lo peor de este año que empieza es que no te va a traer de vuelta al mundo. Algún otro habría que enviarlo a ese lado oscuro del mundo donde, desde luego, no mereces estar tú. Eras luz, eres luz, eras optimismo, eres optimismo, eras vitalidad, serás la vida que me queda por vivir.
Pues espero entonces tener un mejor año, que lo pueda contar con más palabras. Serán más felices