No puedo ni debo ni tengo que irme muy lejos de mi para hablar y conocer el fracaso. Sin dudar ni evitar el pudor puedo afirmar categoricamente que he fracasado.
Cuando la tuve de la mano alguna dosis de verguenza y miedo se pasó otra vez, y no será la última, por mi maltrecha cabeza. Y no fui capaz de estamparla un beso en la boca y así no supe ni pude conocer su respuesta.
Se ha ido y ya no va a volver. No en el punto en que estuvimos en ese rincón exquisito.
Lo tengo merecido.