Y también olor y sabor. Porque por la mañana, en jornada de asueto o con tiempo más que de sobra para desayunar sentados, ella cocina con cariño y esmero un par de huevos revueltos, muy poco cuajados, cremosos, casi sin pisar la sartén. Dice que es algo fácil, no se da mérito pero ya la actitud es para encariñarse. Apenas lleva puesta ropa, lo justo para no pasar frio, nada si hace calor o lo lleva en el cuerpo. Y al fin, unos miligramos esparcidos sobre los huevos y su tostada de tomate, el zumake para proporcionar un sabor más agradable aún. De los días triviales, acciones fundamentales.