Por las noches he estado atrapado en este corazón axfisiado, preguntandome porque tu juego me había dejado así, porque tu fuego había quemado toda la razón. Tu sombra me acompañó, me persiguió hasta el desesperante e insostenible azote de la inercia mental. Vivías entre la luz y la oscuridad, el afecto y la maldición, el cariño y el rencor, el olvido y la nostalgia, el aire y el huracán, el beso y el desprecio. Y la mayor de las casualidades nos regaló un encuentro, tan inmenso como breve, tan intenso como leve. El tiempo pasa, si, para los que regalan los segundos al azar, a la rutina. No sé tus intenciones pero si supe de tus sueños, de tus ambiciones, de tu sonrisa, de tu belleza, de tu entrega, de tus ojos tan irremediablemente entregados a una causa, a tu vida, a mi amor, a nuestro amor. Un instante mientras hago un recuento de estos nueve años descendiendo al abismo de la soledad y Tú estás tan cerca que no consigo eliminar lo que no quiero de tí. Y tras este vendaval de amarguras resumidas en un segundo sigues bella, imponente ante mis ojos. Te miro y tiemblo y no consigo hilar un par de frases con sentido, porque sigues tan inalcanzable, no seré nunca capaz de describir lo que hay dentro de mí. Nunca te hubieras ido de haber sido otro, nunca te hubiera dejado de querer de haber sido otra. No tengo predilección por otra que no seas tú.