Hubo tanto ruido, tanto tanto ruido que al final el final es lo de menos. Porque al de Úbeda se le conoce en todo el país y en buena parte de América Latina por su personalísima forma de presentarse como un canalla. Para una parte de toda esta gente, las canciones son lo de menos. Para una inmensa mayoria, las canciones lo son todo y además resultan ser su verdad plasmada en canciones. Canciones, las cuales en su mayor parte, las más míticas me refiero, están escritas y compuestas antes de que apareciera en su vida la hermosísima peruana Jimena Coronado. No es dato menor, ni vanal, ni espurio.
La película documental sobre Joaquin Sabina no se puede entender sin interesarse por la vida de Joaquin Ramón Martinez Sabina, un vividor que refleja en muchas de sus canciones historias, vaivenes, anécdotas y pasajes o cualquier hecho destacable de él mismo o alguien cercano a él. Este dato, aportado por él mismo durante el extentisimo y exagerado metraje de su propia vida no es ajeno a la pasión que me despierta este genio de las palabras españolas, de los versos eternos aunque breves y directos.
Sin duda, Jimena forma parte de la vida más asentada de este creador de canciones aunque para que Sabina volvera a hacer una canción mayormente interesante tendría que transitar los lúgrubes parajes del desamor. No me sorprende escucharle esto durante su película.
A pesar de sus ciento veinte minutos a mí no se me hace largo. Eso si, no pensarán lo mismo quien solo sea seguidor de sus canciones y no le interese lo más minimo o no tenga ningún tipo de empatia con el modus operandi del susodicho para componer canciones. Me siento muy cercano a Sabina en sus reflexiones acerca del momento en el que tuvo que dejar las drogas, no por mi recorrido claro, pero si por la elección. También su renuncia a la adicción, su genuflexión hacia el amor maduro, su pasión confensa, y proyectada en el documental, por México y Argentina y su facilidad de hacer la vida un verso, de mostras sin tapujos su contradictoria veneración por la tauromaquia me lleva al parnaso sabiniano.
La narrativa que desarrolla Fernando León de Aranoa traza una linea entre los puntos cardinales de Sabina. No es una biografía. Es el más grande de los aciertos de esta película. No se esperen un desarrollo de una lista de capítulos cronológicos. Hay además una acertadísima conexión entre reflexiones del presente con capítulos pasados.
Encontramos al Sabina más profesional con el lider una banda que se lo pasa de cojones mientras están de gira. Encuentro un refugio de lástima al ver en muchas ocasiones a Pancho Varona junto a Joaquin. Qué triste final de su idilio!
Pero si hay alguien que tiene más presencia que el mismisimo Joaquín en esta obra es su mujer, la belleza de Jimena al servicio de Sabina. Porqué así denota esta obra el amor y la profesionalidad. Es hasta sorprendente la sumisión o quizás, y creo que es así, alguien que sabe donde y como estar encima de la estrella. Si la mayoría de canciones de amor de Joaquinito son de desamor supongo que el sentido sentimental de estas canciones, en su dirección opuesta, se dirigen hacia Jimena. Se plasma un amor que no existe en los versos de sus canciones, un orden que no existe en sus canciones.
Podía haber esperado a ver este documental en casa, cuando a no tardar mucho lo proyecten por Movistar en mis cincuenta y cinco pulgadas, quizás con cerveza o tequila en mano, estirando las piernas en cualquier dirección sin miedo a recibir la reprimenda del acomodador. Sintiendolo mucho, no es lo mismo. El cine es mágico y su liturgia, aunque la mayoria de las veces vaya solo me inspira en escribir estas lineas. Por cierto, pensamiento que llevo todo el día dándole vueltas….porque Sabina hubo una vez que queria hacer algo y se puso a ello. Yo, que quiero escribir nunca desvisto mi pereza para ponerme a ello. Te quiero Sabina….te querría más si te dejara Jimena.
