Viajar no es quedar como una persona guay o cool delante de tus amigos, quedar como un sobrado o un chulangano contanto batallitas a la chica que te gusta porque te has ido a otra parte del mundo. Viajar lo podemos hacer todos. Porque, para mi, viajar es salir de tu zona de comodidad, de estar cobijado por tu madre o por tu padre, por tu marido o mujer, por tus amigos. Viajar es salir a un sitio que te interesa pero que te puede crear ciertas inseguridades e incomodidades. Esa , pequeña o grande, aventura que intuyes que te puede llegar a apasionar. Y eso lo podemos hacer todas.
He escrito esta serie de entradas en mi blog para que quede registrado de forma mecánica por si mi memoria, sea la razón que sea, no alcanza, quién sabe cuando, a recordar mis memorias, mis sensaciones mis lamentos y mis pasiones de un momento de mi vida único e irrepetible. Irrepetible porque nunca nada es igual como la primera vez. Mi primer beso no es igual que el último que he dado. Es lo mismo pero no es igual.
Por eso cada pequeña excursión que hacemos un día libre, cada pequeño viaje de unos pocos días, cada trayecto por una carretera desconocida, cada exploración a una montaña, cada ruta por una carretera es viajar. Todo lo que sea CREAR es un pequeño gran viaje a nosotros mismos.
Viajar es ir a lo desconocido
elambulante
No por irme más lejos uno ve cosas más alucinantes. Donde estemos hay cosas irrepetibles y excepcionales. Si, Ushuaia, Perito Moreno, el Salar de Uyuni, la Isla del Sol, Machu Picchu son lugares auténticamente portentosos al igual que lo son decenas, que digo, cientos de lugares más próximos a nosotros.
Si creo que debemos aprovechar las oportunidades y saber leer los momentos. Yo lo hice. Estuve acertado. Y ese momento, entre el 1 de octubre y el 17 de diciembre fue maravilloso.
La cabeza y el espíritu, sobre todo esto, son tan importantes, pero tan verdaderamente importantes, que hicieron que no me pasara nada. Pero nada de nada. Ni desde un mísero catarro a una mala pisada. O una rotura de una prenda a una pérdida de documentación y eso viniendo de mi es un auténtico milagro. Y eso es la cabeza. Cuando está en alerta, unas cosas pasan y otras no. Y las malas no suelen pasar.
Y el espíritu está en ti, en nadie más. O lo tienes o no. Nadie te lo puede contagiar. Mi espíritu aventurero lo empecé a tener a partir de ciertas lecturas y sobre todo cuando escuché esta canción del ya lejano primer disco en solitario de Búnbury. Y aunque este viaje no fue mi primera incursión en suelo americano si era mi primera visita al hemisferio sur. Nunca se sabe. Un libro, un disco, una sola canción puede ser el aliciente para despertar la inquietud.
De este viaje me quedo con las gentes, como todo el mundo. Cierto es que durante varias semanas tuve un recelo ante los franceses bastante fuerte. También contra isralies que encontré en Bariloche que me hicieron la vida imposible un dia. Pero el pueblo latino es otra historia. Me fascinaron los argentinos porque encontré una capacidad de comunicación excelsa. Grandes conversadores y para nada pesaos. Ellos siempre decían que los que llegaron a España con la crisis del corralito no eran argentinos, eran porteños. Gran, gran recuerdo de los amigos argentinos. Muy sorprendido la verdad. Con uruguayos y chilenos apenas tuve trato pero las que crucé en el camino me dejaron una buena sensación. Los bolivianos me parecieron gente dispuesta, tranquila por exceso, decidida a revertir la situación económica que tenían. Gente con ganas. Los peruanos que crucé me parecieron quizás los más encendidos, con más chispa. Quizás algo más occidentales. Y resulta extraño decir esto porque allí todo, todo, todo se hace a otro ritmo pero dentro de su «lentitud» me parecieron los más activos.
De estos 88 días cambiaría la excesiva atención que le di al movil. Por pocos mensajes que mandara ya me parecieron excesivos. Era llegar a la noche al hostel o en ratos libres y conectarme buscando una wifi como un poseso. Y ojear redes sociales de España no ayudó. Error. No te deja salir totalmente de casa. Eso si, tiene que haber un cierto contacto con tu gente y hubo días que me vinieron fenomenal y los necesitaba.
También me faltó probar más alimentos propios del lugar. Me cuesta comer fuera de España, es así. Y demasiadas veces recurro a lo fácil. Error. Hay que ser mas valiente y a mi me costó, sobre todo con las sopas y cuando comes en los mercados hay que probar las sopas. El caso es que yo sobre todo en Bolivia y alguna ciudad de Perú siempre iba a los mercados a comer pero era casi siempre de platos globales. Probé algunas cosas, sobre todo frutas nuevas, pero debería haber comido más cosas.
Hice bien la gestión de los alojamientos, logicamente fallé en alguna elección. Sobre todo lo correcto es cuando a partir, sobre todo de Bolivia, ya no reservaba el día anterior. Eso me dió libertad y aventura.
Aún me tengo que pellizcar para darme cuenta que hice este viaje, con lo acojonado que soy. Y con todas las inseguridades y los miedos. Cierro los ojos y me veo caminado por Usuhaia, subiendo el Fitz Roy, en el bus al borde del precipicio en Iruya, en el coche por Uyuni, caminado solo por la Isla del Sol, subiendo el Machu Picchu, sentado en la playa viendo caer el sol en Los Órganos o apretado en las vans en Lima.
Gracias a todas y todos los que habeis formado parte de este viaje, cuando lo hice y ahora.
Hice bien también ser yo. Eso no se me dió ni se me da mal.
Y viajando soy yo.