"Quien quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a si mismo" - Socrates -

Search

"Quien quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a si mismo" - Socrates -

Punto y, final…?

Tiempo de lectura 6'

Mientras el cielo siempre permanecia gris yo apuraba los días aunque todavía quedaban un par de semanas hasta mi vuelo de vuelta pero tenían aún sensación de aventura y de querer seguir conociendo lugares. No sentía la necesidad de volver a casa, si acaso, la incertidumbre del vínculo con la chica del sofá y de nuestra conexión que se intensificó en suelo peruano pero no me asaltaba la necesidad emocional de volver al hogar. A estas alturas aún me quedaba Lima, y eso era mucho decir, estar donde Kike y Yoli, guau. Pero antes de llegar allí pase por Chiclayo. A decir verdad tengo cierto vacio en la memoria porque no tengo fotos y en ocasiones es oportuno revisarlas para que el guión exacto de la películe circule por la cabeza. Creo que ahí estuve en la playa, pero playa gris, siempre gris, el océano para mi solo y kilometros de playa caminando.

He aquí que llegó el momento de ir a visitar a Shaleyla, un tesoro de mujer que me había presentado Diana en Salamanca meses atrás. Casualidades. Y bendita casualidad. Conocer Los Órganos, un pueblecito pequeño en la costa del Pacífico donde Shaleyla lleva temas de tortugas marinas ha sido uno de esos regalos que te da la vida y no se olvida jamás. Y no porque el pueblo sea bonito, que no lo es. Pero el encanto de estar en la costa y por fin ver el sol en Perú y tener la sensación que estás aislado de todo, en aquel momento no tenía ni agua potable, pero a la vez acompañado de la madre tierra, con gentes muy simpáticas, sin el estres de una ciudad, sin contaminación. Fue un lugar donde uno se siente…. verdaderamente libre. Me invitó ,como no, a probar el ceviche de conchas negras, me llevó a Máncora, me enseñó tortugas y sobre todo, me dejó como un niño libre en un parque pues me dio toda la libertad del mundo para entrar y salir en la casa y eso es…. la leche. Una noche fuimos a tomar cervezas a un lugar con amigas suyas en un local casi en la playa… no se , no recuerdo mucho, yo solo se que no me quería mover de allí. En Los Órganos vi un atardecer de los más bonitos de mi vida paseando por la playa, ni un anuncio de perfume conseguir transmitir lo que viví yo ahí. Felicidad absoluta.

Muy apenado puse rumbo a Trujillo, al sur de Los Órganos. Me esperaba un amigo que me seguia por internet por mis gustos musicales. Fue algo curioso conocer a un tipo así. Me llevó a un buen concierto y algún lugar más de Trujillo que no recuerdo bien.

Los Órganos, Perú

De ahí me fui a Lima, los días en suelo peruano se acercaban al fin. Otra vez Shaleyla apareció para ofrecerme las puertas de su casa. Buah. Un cielo se abrió en el barrio de San Borja. A pesar de la magnitud de la capital peruana, de ser tan vasta no me sentí absorvido por el caos propio de las grandes ciudades latinas. Además yo era feliz porque iba de casa de Shaleyla al centro en las vans, esos pequeños autobuses atestados de limeños. Hacia lo que verdaderamente quería, ver las caras de las gentes en su día a día. Me moví por el centro de Lima con una naturalidad que hasta me extrañaba. Yo solo por algún lugar poco concurrido por turistas pero eso lo que transmitia era una felicidad mucho mayor. Estuve en galerias, comercios, parques, la Plaza de Armas, algún restaurante. Eso si. Me faltó ir a Santa Anita. Ese distrito de clase media-baja que de verdad, en el fondo, quería conocer pero no tenía nadie con quien ir y quizás sería la mejor opción ir con alguien de allá. Por supuesto, estuve en Miraflores. Allí me despedí de Lima, de Perú y de América Latina.

Con un vista hacia la gris puesta del no sol y despúes de un paseo por su malecón era consciente que sería mi última cerveza en suelo americano.

El día de la despedida fue largo hasta la hora de tomar el vuelo. Salí de casa de Shaleyla abrumado por su trato, feliz por lo vivido e inquieto por como sería mi vuelta. Descubrí el caos de Lima en el taxi que casi me deja sin vuelo de vuelta. Despúes de todo el ajetreo de la gestión de tomar el vuelo, del nerviosismo de un despegue que no sabía muy bien donde me llevaría aterrizé unas cuantas horas despúes de Madrid y me fue a buscar mi tio Teo. Una de las últimas veces que le vi verdaderamente bien. Me sentí cobijado nada más llegar a suelo español. De los pocos regalos que traje a él le di mi sombrero con el que me protegía del traicionero sol por mi querida América Latina. Ni él ni mi madre entendieron que rapidamente cogiera el primer transporte para Salamanca, tenía que disipar mis dudas con la chica del sofá, la única inquietud emocional que había tenido durante esos 88 días de viaje.

Llegué a su casa porque mi viaje aún no había concluido. Y no todos los viajes tienen final feliz. Despúes de pasar una de las peores noches de vida esperando a no se qué agarré mi macuto y enfilé rumbo a la estación para irme a El Bierzo. Con la decepción entre los labios, como si los desvelos de tantos días en suelo americano se esfumaran en un abrir y cerrar de ojos, se me hizo más largo un viaje de cinco horas que cualquiera de los que hice por América de diez o doce horas sino más. Al llegar a Ponferrada, mi hermana me recibió como siempre entusiasta pero justo iban a salir los niños del cole. Llegué a tiempo, me vieron nada más salir a la puerta y corrieron tan felices, contentos y efusivos a darme un abrazo que aún hoy siento el calor de su bienvenida, de su encuentro como si fuera la primera vez que nos vieramos.

Ahí, en ese abrazo, fuí consciente de que mi viaje había terminado.

El 17 de diciembre, de 2015

Fin.

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

"Sólo los locos tenemos suficiente fuerza como para sobrevivir, sólo los que sobrevivimos podemos juzgar acertadamente lo que es la locura"

"Sólo los locos tenemos suficiente fuerza como para sobrevivir, sólo los que sobrevivimos podemos juzgar acertadamente lo que es la locura"