Cuesta comprender como el intercambio de jugos salibales y el roce de la lengua ajena puede llegar a producir una sensación tan agradable o una alteración de las hormonas que conlleva la excitación del alma, la claudicación ante el deseo común y la exaltación puede que del cariño, puede que del amor, puede que del deseo o puede que del vicio. Ese hormigueo en el estomago durante el beso es el hecho feaciente de la felicidad. La ternura de los labios, seduciendo al amor, propone la continuidad infinita del momento, sólo rota por alguna inoportuna circunstancia que hace que el segundo beso sea quizás más apasionado que le primero. Y otra vez te acercas queriendo probar esos labios finos, suaves, frios, lascivos y receptivos los de ellas y frondosos, asperos, absorbentes, generosos y carnales los de ellos. El beso que nunca di es el que deseo dar y despues de unos cuantos besos, olvidas la lista de labios que has besado. No hay labios más anhelados que los de la traición, el olvido, el despecho… No hay mayor fustración que encontrar una boca que no besa bien, es peor esto, que levantarte de una cama incómodo porque no estás conforme con la forma de ser complacido. Pero un mal beso, un mal beso es un recuerdo herrático para toda la vida. A quien se le olvida un beso maravilloso? Estoy esperando tus besos.
Canción para hoy: «Sácame de aquí», Enrique Bunbury
Un comentario
Corazón!
Es la 1ª vez q entro en tu blog y no puedo parar de leer, pero me detengo en esta entrada porque me ha encantado.
Nunca pensé que se pudiera describir un beso con palabras.
Yo lo único que puedo hacer es mandarte uno.
Muuua!!