Lo mejor de engordar como un osobuco teniendome que poner erguido para no caerme hacia delante con la panza que he ido amasando estas últimas semanas a base de huesitos, nocilla, pizzas, galletas y toda clase de mierdas comestibles es que adelgazar se convierte en un reto angustioso. Me suben las pulsaciones que se me salen del garmin cuando me ato los cordones de las zapatillas porque mi flexibilidad es nula.
Como visto mascarilla no se me la jeta gorda que llevo rodeada de cuatro pelos mal puestos. El cinturón ya no llega hasta el último agujero.
Ahora, tiempo de turrón y mazapanes empieza mi cuenta atrás.