"Quien quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a si mismo" - Socrates -

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"Quien quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a si mismo" - Socrates -

Los puentes de Madeleine

Tiempo de lectura 2'

[dropcap]N[/dropcap]unca he tenido la certeza de que una promesa la fuera a realizar. Yo que soy un maestro en ser cobarde y solo he sido valiente apoyado en la barra de un bar no pretendía romper la deriva mientras bajaba las escalerillas del avión que me iba a fijar el campo de acción en la tierra querida de América Latina. Y además la herencia de un año esquivo en momentos de lucidez no atendía mi petición de piedad a sabiendas que no la merecía.

Una incuestionable casualidad murmuró sobre el cielo bogotano, el cual a alguien quería hacerle un favor. Hay millones de personas sobre la tierra en ese único instante pero me tocó a mi y quizás sucedió que toda la trayectoria de este año merecía un epitafio aún más confuso para mi vida.

La palabra futuro no la vislumbro más allá de mañana, los violines de cambio no consigo afinarlos y practicar una melodía que aturda a mi deseo que se combine con el cerebro y que esnife aires de calma, una droga tan requerida que a veces se nos olvida que el mercado donde se obtiene es muy accesible.

Y no es que yo manejara un auto con olvido y fuera a dar a un lugar perdido, solo que el cansancio y el agotado personaje de ser un viajero solitario me enfrentó a entablar una conversación fortuita y forzada en un diminuto garito del turístico barrio de La Candelaria.

Yo sometido al cuestionario de turista de cuarto nivel, un momento de debilidad y un arduo deseo en borrar las sombras que me perseguian.

Una poco empática mujer apostada en la barra de un bar.

A posteriori también me fui y también la buscaba por toda la ciudad. Yo tambien bajé de mi camioneta, aguanté hierático el chapuzón del trópico esperando una respuesta. Yo también buscaba entregarle mi anillo de compromiso. Desgarrado, regresé a mi punto de partida, desvergonzado y roto por dentro.

Era un sueño, en una de las noches americanas al moverme timidamente en la cama la sentí tan cerca que pensé que habíamos viajado a diferentes vidas. Pero había sucedido. Exactamente igual. Soñabamos hartas cosas en la defensa de nuestros interereses pero en los días restantes entre lo primero y lo último solo tenía la inaguantable paciencia resquebrajada por la violencia de mi ser, por haber sido desnudada entre tanta mediocridad y mostrarme con las heridas y cicatrices de una perdida vida lamentandome por situaciones totalmente ridículas.

No cruzamos juntos ningún puente, nos manejamos mejor sobre acueductos. Nos queda la certeza de que la felicidad está en un bar de rock and roll

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"Sólo los locos tenemos suficiente fuerza como para sobrevivir, sólo los que sobrevivimos podemos juzgar acertadamente lo que es la locura"

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