Es dificil comprender porque el ser humano se empeña en hacer infelices a sus semejantes. Aquella selva que habitaba cuando empezé a escribir este desvario emocional está volviendo a acercarse y no está a doscientos kilometros. La selva está tan cerca como la quieras sentir o , en ocasiones, como me obligan a sentirla. Es impensable vivir tan amargamente pero hay personas que lo consiguen. Entiendo que la muerte sería un justo castigo para estos seres que aposentan su vejestorio culo en la misma silla que el mio. Creo que es mucho más hermoso pensar en otras personas, amigos que me hicieron tan feliz aquel 31 de julio de los corrientes. Y Princesa, estará pensando en el retorno a la diaspora sentimental? No creo que tenga un espacio vacio que rellenar. Mi escudo es demasiado alto, demasiado fuerte, demasiado temeroso.
Canción para hoy: «Copenhague», Vetusta Morla