Es complicado explicar que después de un mal sueño, me levante aturdido y angustiado por mi ensoñación y me ponga a correr por los caminos encharcado del pueblo y apenas cinco minutos después de empezar empiece a llover fina y constantemente y entonces el ritmo de mi corazón se acelere y no por afectos indeseados sino por el sentir de querer llegar aún más alto, más lejos.
No me gusta correr pero días como hoy hace cuestionarme esta afirmación. Llego a casa empapado, lleno de barro…pero más feliz que una perdiz.