Barajas, T2. Todo empieza. Miles de personas comienzan sus sueños ahí. Y el mio tambien, porque eso de ir en barco se lo dejo a Colón. El aterrizaje en San Pedro Sula es el más bonito que yo he hecho. En una llanura de un valle das media vuelta apenas a treinta segundos de tocar suelo. Y cuando bajas del avión notas un horrendo y abrumador calor, aún con el cielo encapotado. Sientes que toda la humedad se concentra en tí y sudas sólo de pensarlo. Por mucho presupuesto que tengas en colonia, allí se va al garete. Y ya estoy. Quiero estar allí ahora. Cuatrocientos kilómetros al sur, en Trojes, donde un español cambia su vida. No podrás salir de cañas, no puedes ir al cine, no puedes ir a la biblioteca, no podrás salir a dar un paseo con tu novia, no podrás sentarte en un sitio a gusto con tu churry, no podrás ponerla los cuernos, no podrás hacer botellón, no podrás a un acontecimiento deportivo, no podrás tomar una copa en el bar de la esquina… pero es inigualable. Y David, y Cintia, y mi reina Nicol, y los chicos del A4, y la otra vida; la desconocida sin luz sin agua, sólo con Dios y con las vacas.Trojes, Trojes, Trojes… Asturias sin arboles y sin carreteras. La oronda Honduras me espera y con ella Guatemala, El Salvador, Nicaragua… quiero volver a Managua, que aquella mamá me vuelva a pedir que me case con su hija, que vuelva a pasear por la invisible Managua, que me pierda en la playa más impactante que he estado, Pochomil… y allí estaba yo, yo sólo… sólo con mis amigas españolas. No había nada, nada a cuatrocientos metros alrededor. Allí estaba yo, paseando con el agua calentita, un agua lúcida y transparente, y la infinidad en el infinito. Y allí estaba yo.
Canción para hoy: «Peces de ciudad», Joaquin Sabina