Solo, aislado de la felicidad, agasajado por el desanimo, siento resucitar al escuchar tu voz. Cierro los ojos y no veo más, no percibo más que la dulzura de tus manos hechas voz, que susurran, que me calman, que me enamoran. Esa voz a veces agitada a veces pausada, siempre contundente en sonoridad pero suave.. te quiero y no te conozco, te deseo y no te he probado, te añoro y no te he encontrado pero no te calles, háblame; leeme esos versos de Pedro Salinas o si lo prefieres de Juan Ramón Jimenez. Háblame de mi tierra como Machado, habla, habla, quiéreme hablando que con la ternura de tu voz rozo mis labios a los tuyos y empapados en deseo se deslizan por tu cuello. Ese jadeo… terso y excitado, como tu voz, pidiendome perdón. Peca pero no te calles, no te calles que será tu mayor pecado.