Estoy enfermo. Soy un enfermo y me alivia asimilarlo. No he tenido que ir a la consulta del doctor porque yo mismo me he identificado un cuadro de tristeza aguda, que parece no tener remedio, por ahora. Hay cientos de personas que recuperan la chispa despues de un punto de inflexion cuyo nombre tiene innumerables nomenclaturas. Y yo estoy buscando la mia, esta que me azota desde unos cuantos inviernos, con sus consecuentes primaveras, con sus asoladores veranos, con sus bucólicos otoños. No se si he pasado ya el momento más bajo pero siempre pienso que lo mejor estar por venir y esto puede ser peor de lo ocurrido. No encuentro un punto neutral que me de el punto de partida para alejarme de esta desidia, de esta desesperanza, de esta depresionante pensamiento. No hay segundas personas y si las hay son su ausencia. No hay bienes materiales que añorar, todo lo que tengo me lo he ganado a excepcion del vehículo a cuatro ruedas y si tengo mucho o poco se que es suficiente, aunque este suficiente es demasiado. Pero todo la maldad está en la persona y no en lo ajeno. La necesidad del otro me hizo tomar una decisión hace seis años y aquella apuesta me devolvió la bofetada de la realidad y viví que la lucha por la supervivencia es la más crueles de las guerras no armadas. Me separé, entonces, de aquel ser bondadoso y querido. El materialismo ganó terreno. Y por hoy no me apetece escribir más. Sólo se que despues de toda esta vida aún no he encontrado lo que he estado buscando.