Hoy es el día escogido, uno de los días importantes de este blog; voy a escribir de lo que no quería: del pasado. Hoy voy a escribir de una persona que me cambió la vida dos veces, una para bien otra…. quizás también para bien. Entró en ella hace ocho años, unos dos mil quinientos días y salió despues como si nada hubiera ocurrido en mil dias. Mil días y diez mil noches, porque fueron más ratos idilicos que satisfajeron mi felicidad. Se fue, sin decir adiós y por la puerta de atras, dando esquinazo por un puñado de lametones con otro cualquiera. Luego, infantilmente, obró en despecho y ni comió ni dejó comer. Pero con todo y eso yo seguía su sombra. No era yo, ni yo quería ser él pero caso es que la seguí, la perdoné y la adulé. En el periodo más importante la escribia a ocho mil kilometros pensando en lo que soñaba con ella. En la otra punta, la luna sonreia su rostro. Pero volví y la misma respuesta: la callada. No había marcha atrás, despues de siete años debía quería ser yo o seguir siendo la misma sombra de un sin nadie. Y la dejé atrás. Por eso, no hay peor nostalgia que acordarse de lo que nunca sucedió. Y hubiera deseado no haberla querido, pero la quise. Pero todo lo que llega se va y todo lo que se va no vuelve. Como ella, que jamás echaba la mirada atrás cuando nos separabamos. Pues eso, que siga así…. que mi conciencia puede dormir tranquila de por vida. Ahora que todo me sonrie y quise entablar dialogo con su corazón y lo cerró. Que nada cambie. Que siga mi felicidad
Canción para hoy: «Princesa», Joaquin Sabina