Admito que lo sospechaba, no ha pillado por sorpresa. Tampoco me he decepcionado conmigo mismo. Las cosas pasan porque tienen que pasar y porque tienen su justicación, su razón de ser.
Las armas son poderosas cuando uno las utiliza para disimular las malas artes. Yo de malo creo que tengo poco aunque esté feo que yo lo diga, de ingenuo tengo todo lo que no tengo de malo.
Rezumo un gusto ya caducado por el arte de la seducción. Nunca lo usé. Aunque parezca lo contrario. Y es que si en algún momento parecia una actitud forzada, de conversaciones con una entretenedora de excesos nocturnos, actos impúdicos mutuos, pasiones desmedidas a horas inoportunas confesó, sin provocación de por medio ni dosis de alcohol que excitara las palabras de su boca, lo que este acusado se suponia : que soy un pan sin sal, un envoltorio sin bombón o que detrás de una gorra y unas gafas no hay nadie al volante.
No me he enfadado, más bien al contrario, es sintoma de nuestra madurez. Pero vaya que así entiendo más clarito los fracasos infinitos y comprendo serenamente el «me follas con interés» o «como amigo lo que quieras». Va a ser que aunque lo pretenda nunca voy a ser un buen amante, no voy a cumplir las expectativas de las engañadas por una fachada o las damas persuadidas por mis palabras.
Miserable! Eres un miserable! Menos envoltorio y más salami, pero del bueno! Oye. Pues que no me sale. Ya lo siento. No tengo carisma, no tengo encanto. Que no valgo yo para esto de las relaciones humanas con las mujeres. Qué mejor me dedique a lo mio. ¿Y qué es lo mio?