Cuando sea pobre recordaré todo el tiempo que perdí mientras fuí rico, desperdiciando, latido a latido, unos cuantos amaneceres que sin rubor agotan la luz de su saliente. Este cementerio en el que vivo no tiene rosas blancas que regalarme ni antídotos para la miseria, pues soy el más pobre del barrio, el más rico de los ausentes. Este aliento ajado desprende distancia con todo lo que florece en cualquier dirección. Y a más que a otro, los versos se agotan, las explicaciones se cansan y el futuro se adivina. Marchito, caduco…. prescriben los calificativos en la otra vida porque cuando esté muerto recordaré que pude estar vivo.