Era incuestionable una pequeña inquietud cuando en Humahuaca subí al bus que me llevaba a La Quiaca para cruzar a Bolivia. De este pais, no leí nada en las semanas previas al comienzo de mi viaje. Nada. Fue un gran acierto. Si que estaba interesado en averiguar si verdaderamente el gobierno de Evo Morales había servido para desarrollar ese pais. Apenas me sonaba que había una «carretera de la muerte» que por supuesto me propuse transitar. De lo demás, dejaba a la sorpresa del día a día mi ruta definitiva por ese pais.
Ser extranjero y cruzar una frontera depara una actitud diferente por parte de la policia de ese pais. Después de varias preguntas y una revisión visual, traspasé el cartelito del pais con el sello en mi pasaporte y un gramo más de tranquilidad. Salí de la zona fronteriza tan pronto como decenas de taxistas se avalanzaron para llevarme a no se que ciudad. Me habían recomendado Eva y Marc que lo mejor llegar a Villazón y de ahí a Tupiza. Y eso hice. Mi primera impresión de esa gente boliviana fue la de bondad. Sentí que aquellos lugareños no se me acercaban para engañarme o intentarme disuadir de hacer algo. Noté una sincera naturalidad. En el trayecto hasta Villazón, otra conversación y de esas que me gustaba, de politica. Ese día el pais tenía convocadas huelgas contra decisiones de Evo. Había cortes de carreteras y en consecuencia llegué más tarde de lo previsto a la ciudad. Normal. En América todo va a su ritmo. Todo llega a suceder pero a su ritmo.
Y para mi sorpresa di otra vez en Tupiza con Eva y Marc. Una encuentro que no me acuerdo si fue previsto pero que cambió el devenir de los acontencimientos. Aquella tarde en Tupiza, Eva y Marc, fabulosos conversadores me animaron para que hiciera el viaje del Salar de Uyuni. Marc era un sesentero cercano a la jubilación, de larga y descuidada melena poco poblada. Con sus gafas hipies era un entusiasta de la vida, de los viajes y con un castellano lento pero preciso me conminó para que me decidiera a hacer ese tour. Siempre le estaré agradecido. Aquello fue un punto de inflexión.
Contraté esa excursión de cuatro días y tres noches desde Villazón hasta Uyuni. Es sin duda, uno de las mejores experiencias de mi vida hasta el momento. Pero no todo encaja a la perfección y a la hora de confeccionar que personas viajan y como me metieron en un grupo ya hecho de cuatro franceses. Es lo que tiene viajar solo. Te meten para hacer relleno de cualquier forma. Sin duda, los franceses fueron lo peor que me sucedió durante esos días.
El viaje se desarrolla de la siguiente manera. La agencia de viajes contrata a un tipo que hace de chófer y guia explicativo y pone su propio vehículo, uno grande 4×4 de siete plazas. Contrata también a un señora para que haga de cocinera y friegaplatos. Tu pagas y en el viaje te entra la plaza en el todoterreno, las tres comidas del día, varias tentempiés y la dormida. A primerisima hora del día empezamos. Serán muchas horas de navegacion por «carreteras». Me afano por conseguir una plaza contra la ventana. Bingo! Se la juego a uno de los franceses y esa plaza será para mi los siguientes días. He jugado mis bazas y he ganado. Es importantisimo para disfrutar plenamente la excursión no ir en el medio de las plazas.
Durante el primer día nos llevan por….. por un lugar muy poco poblado, la zona sur este de Bolivia. Fascinante. Desde el primer momento viajo ensimismado. Solo veo contemplo parajes infinitos, despejados de elementos que contaminen mi mirada. Viajamos a buena velocidad, charlando, por que he tenido suerte con el chofer y es un tipo dicharachero. Alivia su presencia la falta de empatia inicial con los gabachos. Soy feliz. Voy con la ropa y complementos adecuados, no tengo ningún problema de salud y no hay cobertura de movil. Aún más feliz. Después de todo el día viajando nos llevan a Quetena Chico. Estoy a más de cuatro mil metros de altura pero no tengo ningún problema más que el caminar debe ser lento y pausado. Quetena es un poblado perdido de la mano de algún Dios que hace años no tenia ni agua, ni luz ni electricidad. Con Evo eso se arregla. Hasta hay un campo de futbol de cesped artificial. Alucinante. Hay suministro eléctrico hasta media noche. Cae la noche y lo que mas me sorprende es que ningún viajero como yo sale fuera del refugio a ver que hay. No doy crédito de la actitud de los franceses que se quedan charlando y obvian la maravilla que hay ahí fuera. Jamás he visto un cielo como el de Quetena Chico. Siempre pensé que el cielo de El Espino era el más bonito del mundo. Bueno, pues esa noche vi , al menos, uno igual de hermoso.
El cielo estrellado de Quetena Chico es una las mayores maravillas que he visto aunque las estrellas sean las mismas desde otra parte del mundo.
Y perdida entre tanta estrella pero en el la tierra dí con una viajera de otra excursión que hacia lo mismo que yo. Dos solos entre tanto viajero refugiado en los lugares donde dormíamos.. Mujer rubia, menuda, con una cara de guiri que no podía con ella. Nos cruzamos unas cuantas frases entre italiano, inglés y español. Un batiburrillo de idiomas mal hablados por mi. Era Sarah. Estuvimos unos minutos cotemplando el cielo estrellado helados de frio, corría el aire. Pero puedo asegurar que aquella intemperie merecía mucho la pena porque yo era consciente que mejor pasar unos minutos mucho frio a perderme un cielo que no volveré a ver jamás desde el mismo suelo. Sarah y yo nos mirábamos y como podíamos poníamos palabras, daba igual el idioma, a aquella maravilla que nuestros ojos estaban observando y que los idiotas franceses se perdían. Me sentía tan afortunado y privilegiado que me despedí de Sarah, pensando que no nos volveriamos a ver. Me equivoqué.
Eso lo cuento en el siguiente capítulo: La razón de Sarah
