Son exactamente dieciseis meses, con sus días arriba o abajo, que más da el caso que a los españolitos nos mandaron a casa. Se ponía lo cosa sería ante una situación desconocida hasta el momento. A casa. Como era novedoso tuve un puntito de curiosidad o de excentricidad. No me lo tomé muy mal. Me fastidiaba porque tenía que dejar de salir en bici. Todo, pero todo lo demás que había en la rutina de mi vida pasaba a un plano secundario.
Han pasado dos primaveras, dos veranos, un otoño y medio, un invierno, un que se yo con una mujer y una casa.
Me pongo semanas después de decretar el cierre de nuestra vida, entre aplausos, conversaciones por Zoom, horas de whatsapp y unas cuantas series de Movistar, Filmin y Netflix. Después de hacer pan, tarta de queso y alguna receta más que no he vuelto a hacer. Me pongo entre lecturas y alegatos. Nos decían y en muchos casos nos deciamos «de esta vamos a salir mejores». Estaba feliz y era absoluta y conscientemente un tipo privilegiado. Mi empresa me mandó a casa y seguí cobrando regularmente. Era plentamente consciente de mi fortuna.
Hábitos y rutinas desconocidas y para nada, en absoluto, sentía agobio alguno entre las paredes de la casa (de mi madre) y los tres pequeños y diminutos balcones que servían para oxigenarme cada día. Ni siquiera mi ya oxidada convivencia con mi madre hacía mella en mi día a día.
Las conversaciones con la gente querida era el momento oportuno para abrir una cervecita. Tambíén señalé los sábados como día especial para tomarme una cervecita de más y obviamente cometí errores de borracho de whatsapp. Ni una pandemía evitaría ser el mismo drogadicto de siempre.
No me apetece describir lo que pasó desde junio hasta otro junio porque no me da la gana. Pero realmente es cuando llegaron los malos tiempos para mi. Realmente lo jodido llegó a partir de la navidad. Es cuando el descosido producido por nuestro encerramiento socavó todo tipo de relación social . Puta mascarilla para todo. Incluso como sinónimo de lo que ocurría en nuestras vida.
Heme aquí. Dieciseis meses despúes.
No creo que a mi alrededor haya una sola persona que me quiera más que hace todo este tiempo. Intuyo que no hay nadie en mi agenda de contactos que la quiera a nivel supraemocional previo a ese día de marzo.
He visto muy muy muy poco a mis amigos. Excesivamente poco.
Queremos ser guerreros de la vida pero creo en algún momento de estos meses hemos vivido con un escudo delante de nosotros que nos ha impedido realizar vida normal. Cierto, no es muy normal dudar si dar un abrazo o chocar un puño. Dudar si podemos entrar a una dependencia o a una casa. Nos hemos apoderado de conductas que nos alejan de las personas. Y aunque sea en muchas ocasiones por timidez yo tambien he generado dudas. Hemos perdido axiomas tan rutinarias que resultará complicado recuperarlas.
Por tanto es probable que aquellos que utilizaban la puta frase «de esta saldremos mejores» los aniquile del círculo de personas cuerdas y maduras. Tanta red social te deja con el culo al aire. Sobre todo cuando intentamos dar lecciones.
«Yo no tengo claro ser mejor o peor persona. Y si alguien en su evidencia es preso de su razonamiento que me explique en que debo evaluarlo»
No tengo yo la sensación de ser mejor que antes. Vete tu a saber lo que piensa ella y el de mi. Tengo conocidos circundantes y amigos que no veo desde hace una pila de meses. Que no digo que la culpa sea solamente suya. Me siento culpable de no haber hecho más y romper las vergüenzas para darte un abrazo que te cueste respirar.
Y realmente hubiera preferido no aprender. Se vivía mucho mejor sin covid. Renuncio a ilustrarme en nuevas formas de vida. Pero como eso ya no es posible intento ya desde algún tiempo restaurar mis hábitos de felicidad, molestando, es cierto, a nostálgicos del miedo y la incertidumbre. Es horrible morir de covid pero peor ha sido morir de pena, venga de donde venga la pena. Que el cuidado no lo tengo minusvalorado pero lo avinagrados que nos hemos quedado de tantas semanas de ostracismo emocional denota aún un cierto resquicio de distancia y separación que me hace temblar de miedo.
Yo no tengo claro ser mejor o peor persona. Y si alguien en su evidencia es preso de su razonamiento que me explique en que debo evaluarlo. No se que pensaran de mi. Seguro que hay alguna persona que cree que le he abandonado. O que no le he prestado suficiente atención.
Esto si que es una razón para cambiar.