Vuelvo a cerrar los ojos y ya no veo nada, una difusa visión de lo que fui antaño, aquel chico combatiente y revolucionario. Las flores que recogia en el campo burgales fueron el mejor regalo que hice, el que mas feliz me ha hecho. Eran incontables las lágrimas que regaban las sendas del cid, el vacio era tan infinito que pensé que no había otro agujero en el camino.
Otro gancho de izquierdas, directo, ¿al corazón? No tengo un juego de pies ágil, no llego a esquivar los puños que merodean el abatimiento total.
Si hubiera estado callado no me habría dolido nada, si no hubiera hablado ahora estaría callado.
No es cuestión de llenar un espacio es que el combate lleva tu nombre y es seguro que no me levantaré llorando pero ya nadie me hará hablar. En este camino, creo que prefiero estar solo ha volver a escuchar, a volver a recibir otro verso negativo. Ya no me hecharé de menos, envejeceré hacia mi debilidad en la noche eterna del amor.