"Quien quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a si mismo" - Socrates -

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amor se escribe

El cuento que no era

Tiempo de lectura 4'
[dropcap]J[/dropcap]esús era un tipo corriente que casi a sus cuarenta tacos decidió ser padre soltero. Llegado el momento, el crio empezó a pedir a su papá que le leyera un cuento por la noche para dormirse plácidamente. Los primeros días Jesús tiraba de recursos para evadir esa responsabilidad. No le gustaban mucho los libros además de que no tenía nunca ningún libro infantil a mano, en la mesilla de noche o en la estantería de Alejandro, un pequeño que ya con poco más de tres años quería que papi le contara alguna historia.A Jesús no le apetecía que llegara el tremendo momento, que para él suponía, de la noche, después de cenar y lavarse los dientes,  tener que empezar el protocolario momento de la dormida de su pequeño. Una noche tras otra Jesús no habría libro alguno y se limitaba a hablar con Alex, así era como le gustaba llamarle, de batallitas cuando era niño o explicarle el capítulo que habían visto de dibujos animados.Llegó un punto en que Jesús, que vivía voluntariamente alejado de su familia, se encontraba agobiado porque ya no sabía que contarle al crio. En un alarde inusitado de confianza le contó a una compañera de trabajo mientras tomaban el café matutino de rigor que no sabía como seguir entreteniendo a su hijo para que pudiera dormirse oyendo alguna historia infanil.

Después de que ella le interpelara a que recordara su infancia y las personas importantes de su vida, Jesús le hizo un tremenda confesión:

  • De niño a mi nadie me leyó un cuento. Al menos, no lo recuerdo.

Lo espetó de forma fría y un tanto desairada como no querer reconocer la infelicidad de una parte de su infancia. Mantuvo un tono plano y nada condescendiente con el pasado pero Jesús poco a poco era consciente que no quería para su hijo lo que le había pasado a él. Además de confesar su terrible padecimiento infantil empezó a mostrar una tristeza inaudita por el hecho de criar a su hijo en soledad. La ausencia de una compañía le tenía vencido en el exigente camino de la paternidad.

Fue cuando Diana, su compañera, le invitó a que se inventara una historia real a los oídos de Alex. Que cogiera un libro cualquiera y sustituyera el texto por lo que se le iba ocurriendo en su mente, en su imaginación. Que lo contara con entusiasmo y con una voz que no transmitiera tristeza.

Ese día, cuando el momento de irse a la cama, Jesús agarró un libro de esos que no había abierto nunca pero que le acompañaba en cada mudanza y empezó a contarle a Alex:

  • Erase una vez….

Empezó contando algo inverosímil pero que a Alex le alegraba la imaginación…. Alex interpelaba a su padre a cada poco porque la curiosidad  le invadía

  • Pero papá , ¿por qué……?

Jesús no encontraba el momento de dar por finalizado su relato y Alex tenía aún los ojos como platos, poco dispuestos para encontrar el sueño de una noche de invierno.

Cansado, Jesús, le pidió a Alex que cerrara los ojitos poco a poco…. El niño en el lento proceso de quedarse dormido le preguntó a su padre que quién le había contado el cuanto cuando él era niño.

Jesús le respondió: Mañana te lo vuelvo a contar y si no lo adivinas ya te lo digo yo.

Pasaron los días y el cuento, que era su historia,  siempre el mismo, era contado por Jesús.

Un día Alex le dijo que ese cuento no le gustaba. Jesús le contestó.

  • Lo peor de esto, hijo mio, es que no era ningún cuento. Es lo que pasó cuando yo era como tú. Yo no tenía a nadie que me contara un cuento.

Alex entendió la historia y a partir de ese día le pedía a su papa que le comprara cada día un cuento para poder escuchar una historia diferente cada día.

Del curso de escritura de Luna Lidia. Creado un día de los últimos de enero del dos mil diecinueve. Buena valoración por la profesora

 

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"Sólo los locos tenemos suficiente fuerza como para sobrevivir, sólo los que sobrevivimos podemos juzgar acertadamente lo que es la locura"

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