Se cumple otra vez algo que va contra lo establecido como la afirmación trivial de «el tiempo lo cura todo». Y no, como bien dice Búnbury en su canción «el tiempo cura lo que ya no importa». Se me viene por la mente cierto arrepentimiento por no escribir esta entrada el mismo día, o al menos en los siguientes, que Lourdes decidió mandarme al olvido. Pero no estoy seguro que el fulgor del momento me hubiera dejado escribir con cierta sensata sintonía. Pero no quiero yo dejar pasar la oportunidad de dejar impresa la fantástica opinión de esta gran mujer. No me apetece que se me olvide y por lo que pueda pasar quiero dejar constancia de mi admiración por esta chica sensata, culta, vital, feminista, divertida, reivindicativa y social entre otras muchas virtudes. Pero claro, también llegó su castigo. Un castigo honesto y sincero. Ahora que el coche iba ya en modo piloto automático vuelvo a aparcarlo en la carretera de la soledad. Bueno, si. Es así. Pero ha merecido la pena el intento y el conocerla.