No tiene la culpa el primer día hábil de mi año laboral el término mal llamado «rutina» con significado negativo y calamitoso para nuestra vida, acaso sea, porque la rutina nos la creamos cada uno, como uno puede, como le dejan o le da la gana. Si uno vuelve al trabajo, si los niños vuelven al cole, si vuelven las series en horario punta de la televisión, si la prensa llega a los quioscos con todas sus páginas no es cuestión de relativizar en el pesimismo o en la pesadumbrez, no! Sea la que sea, la rutina es nuestra y la tenemos así porque nosotros queremos.
Pasó la Navidad, parte del dosmildoce y otra igual del dosmiltrece. Fechas tan irrelevantes para unos y tan fantásticas para otros. Este humilde firmante muestra el mayor de los eclecticismos al respecto. En ocasiones la Navidad resulta ser una entelequia espiritual y humana y no se en qué parte del cuento puedo presentarme ni que personaje resulto ser.
Bien es cierto, que han sido unas fechas en la que el espíritu de trabajo ha estado bien presente en mi actitud hacia el tiempo del nacimiento del Mesias. Y ahora… ahora llega el onanismo espiritual donde nadie ya te ayuda a ser feliz, masturbo interrogantes para aclarar el sexo del hijo que espero en forma de rutina.
Hace frío, no hay chimenea ni brazos a los que arrojarme. No hay carmín en los labios que frecuento en cada despedida y será la vida la que nos regale la muerte sin lazo de apertura.
Es pues, amigos lectores, tiempo de preparación de rutinas. Que cada uno escoja su camino, que cada uno ocupe su lugar