Vuelvo la mirada y veo al perdedor que nunca quise ser, para esto no había entrenado. A pesar de haber lanzado ganchos de izquierdas al aire nunca aprendí a esquivar un ataque. Creí haber golpeado primero pero el rival se levantó y sin hacer mucho, golpeó de lleno en mi alma. Diez, nuevo, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno… noqueado. Huí al malecón, a esperar la marear para embarcar mar adentro. No tuve buen juego de pies, nunca fui buen bailarín y con el alma entre los dientes caí al ring. No fui capaz de ponerme el albornoz, corrí y corrí. Un asalto se puede perder en una mala noche, un combate se pierde por inoperancia continuada, por debilidad plasmada en los guantes. Vencido, esperando mi juicio, agachando la cabeza entre la verguenza y la dignidad. No encuentro refugio, no hay libro de instrucciones. Creí haber golpeado primero cuando tuve fuerzas y el combate duró unos años. Lo doy por finalizado. Nocaut. Espero tu rescate.
Canción para hoy: «El rescate», Bunbury