"Quien quiera cambiar el mundo debe empezar por cambiarse a si mismo" - Socrates -

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El estado excepcional de sentimientos

Tiempo de lectura 4'

Estaba apostado sobre la barandilla del balcón. La vista es sobre un paseo que en ese momento es un avispero, un correveidile de gente que apura los últimos rayos de sol, más intensos de lo habitual para las fechas que son, para el paseo vespertino antes de que el horario de estado de alarma en vigor sea efectivo. La gente sale porque quiere salir. Casi en medio del paso de cebra, dos mujeres, de edad cercana a su jubilación se encuentran. Se retiran hasta la acera para protegerse de, también, los numerosos vehículos que circulan por la calle. Se nota que hace mucho tiempo que ellas no se encuentran y que se aprecian. Rápidamente las dos empiezan hacer muecas clarificantes del deseo que tienen que darse un abrazo. Ambas hacen el gesto de fundirse en un abrazo a la vez que menean un poco su cintura representando un achuchón bien intenso. Están casi a dos metros una amiga de la otra. Sus manos mariposean queriéndose buscar, pero no se tocan en ningún momento. Su intenso encuentro propina que se vayan acercando cada vez más pero solo utilizan sus manos para ajustarse la mascarilla cada pocos segundos. El fervor del encuentro y de la calidez de su dialogo, casi escucho algo desde el balcón, hace que se les mueva el tapabocas pero ellas muy rigurosas se la colocan constantemente y aunque están próximas siguen sin tocarse. Su despedida es fervorosa, parece que quisieran por momentos romper su disciplina pero no lo hacen. El sol casi se ha ido y la temperatura es muy agradable.

Hace un año que esta escena se repite constantemente. La del deseo y la disciplina. Llevamos un año en un estado excepcional de sentimientos.

Las primeras semanas resultaron hasta graciosas e ingeniosas salvando cada uno como podía la desconocida obligación de permanecer metido en casa. Entre horas de trabajo, entretener a los niños, charlas por videollamada como si antes no hubieran existido y encontrar la mejor receta de hacer pan estuvimos metidos en casa viviendo intensamente el presente siendo conocedores quizás por primera vez en nuestras vidas de que el reloj no era una herramienta imprescindible. Sabíamos que eran las ocho de la tarde porque resonaban a borbotones los aplausos a los grandes héroes de esta pandemia, los sanitarios.  Los ciclos naturales de la vida tomaban mas relevancia. Amanecer, mediodía, tarde y anochecer. Así un día tras otro, y otro, y otros más.

Mentiría si no dijera que por mi cabeza han pasado cientos de pensamientos durante estos 365 días. De todo tipo. Vitales, optimistas, resignados, negativos, insulsos, instrascendentes, positivos…. y esto ha ocurrido en todos los ámbitos de la vida, de nuestras vidas. Cada uno con su realidad. La tuya no es la mia y de ningún otro. Cada individuo tiene su particularidad.

Pero quizás ha sido un tiempo en nuestra vida que siempre hemos pensado en el futuro, cada día venía a la mente…»cuando esto pase». Eso es el futuro. Sin mascarillas, ¡que bién! pero también sin abrazos quizás. Añadimos que también puedo no haber besos. Vaya usted a saber si tampoco conciertos o jaurias de niños jugando en la plaza del pueblo sin miedo al jodido coronavirus.

Conciertos, fiestas, viajes, besos, abrazos…..quien sabe si en el futuro serán de la misma manera que hace sólo unos meses.

No barrunto algo que me inquieta por infeliz. Porque cabe la posiblidad, ajena a mi voluntad y actitud que lo nos espera no sea igual que lo que hemos vivido en el pasado, hace alguna década o simplemente hace unos pocos años. Las cosas, antes triviales y hoy excepcionales, que me hacían tan feliz.

Y claro, durante este largo, largísimo y eterno año, los instantes de lucidez han sido una contestación, desconozco si enrabietada o natural, a los numeroso momentos de desafección por esta vida que nos tocaba vivir, en ese dia, esa mañana o esa tarde. De las noches casi no me acuerdo porque suelo dormir, más bien mal que bien dormir pero al menos del negro salíamos al despertar porque evidentemente cada día hay un nuevo sol que nos guía hacía un futuro. A días ya despertabamos esquilmados porque lo mejor de nosotros pertenecía a los sueños.

He cimentado más elementos en este año de mierda que en un buen puñado de los anteriores, mejor pensar que ha ocurrido porque tenía que ocurrir pero sobre todo y ante todo, he estado sano, física y mentalmente y solo el onanismo romántico permite la sístole y diástole rítmica y acompasada hacía un futuro que no se sabe cuando va a llegar.

El futuro. Algunos se han quedado sin verlo. Otros, de lo que han sufrido, vertebran su vida en torno al presente. De mi soledad, escribiré en otro versículo.

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"Sólo los locos tenemos suficiente fuerza como para sobrevivir, sólo los que sobrevivimos podemos juzgar acertadamente lo que es la locura"

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